Flores de primavera en Egipto


Egipto-El_Cairo-conflictoLa “primavera árabe”, si evaluamos objetivamente sus resultados, lejos de aportar algo, ha terminado prostituyendo las bases estructurales de la democracia que justamente promueve. Pudiera ser que, en un primer momento, se vea a este tipo de revuelta popular como mecanismo de catarsis social que, logrando atraer la atención y terminando con la indiferencia y la reticencia del orden establecido –independientemente de la legitimidad o no de éste- logre, en cierto modo, coyunturales cambios. Sin embargo, dejan el camino abierto para que en ellas se involucren intereses y poderes oscuros que, aprovechando la ausencia de organización lógica sobre bases sociales y políticas consistentes, se encarguen de mal dirigir las masas hacia objetivos coyunturales que en definitiva lleven a los países a estadios que sus ciudadanos nunca desearon. Sigue leyendo

Entre la Odisea del Amanecer y el Harmattan


 

Para los que estén pensando que este nombre tiene algo que ver con la novela épica de Homero sobre el viaje de Ulises, están equivocados y para aquellos que, yéndose por el patrón de sonido puedan asociar el segundo término (Harmattan) a algún evento de la India o algo parecido, lamentablemente, también lo están.

¨Odisea del Amanecer¨ es el nombre con el que los Estados Unidos han apellidado su mision de ¨protección a civiles en Libia¨ y ¨Harmattan¨ es como ha llamado Francia a su operación en este país, palabra con la que se designa igualmente a un viento seco y polvoriento de África Occidental.

Si observamos el significado temático de ¨Odisea¨ tendríamos que hablar de: un viaje largo, en el que abundan los sucesos adversos y favorables al viajero, pero en este caso en especifico sería por los caminos ¨del amanecer¨. Y entonces cabría preguntarse ¿un amanecer para quien o para quienes? ¿para los libios? ¿Para Gadafi? o ¿para los intereses americanos y europeos en aquel país dueño de opulentas fortunas y de bondadosas canteras petrolíferas? o quizás ¿un nuevo amanecer en el que se despiertan nuevos odios y nuevas cuentas que arreglar en un futuro entre oriente y occidente o más bien entre religiones?

 Los Estados Unidos, en su afán de resguardar la posición auto asumida de ¨policías del mundo¨ se arriesgan a enfrentar sucesos adversos y favorables en la vía hacia un amanecer incierto, en un país en donde no existe mas instituciones que el espíritu de un pueblo adepto a las directrices trazadas por Gadafi desde 1969 y aquellas formadas coyunturalmente por los nuevos rebeldes que, impulsados por el aluvión revolucionario surgido desde las protestas recientes en Túnez y en Egipto, tratan por todos los medios de hacer saltar de la poltrona de gobierno al emblemático Muamar el Gadafi.

Francia, por su parte, ha decidido a fuerza de misiles y de bombazos, levantar una ¨tormenta polvorienta en Libia ¨ capaz de destruir desde sus cimientos el régimen ¨gadafiano¨ para sustituirlo por… Aquí surgen las preguntas ¿una vez llevada a cabo la odisea norteamericana y levantada la ventisca destructora de Francia dejando destruida la institución principal de gobierno en Libia: la familia Gadafi, quien va a dirigir allí? ¿El amanecer del que habla los Estados Unidos será beneficioso para los libios que han de ver en manos extranjeras su principal riqueza y patrimonio milenario: el petróleo? ¿Este nuevo amanecer vale la vida de civiles que han de perderse en medio del polvo lúgubre que en estos momentos esparce muerte y desolación en las calles de Libia? ¿No se estará buscando lograr el manejo absoluto de intereses económicos y geoestratégicos con el pretexto de regalar a los libios un nuevo amanecer que indefectiblemente se ve turbio por el efecto del Harmattan?

Subsisten preguntas sin contestar que traerán respuestas inimaginables…

El volador de cometas


Zabur_cometa

Cuando Zabur mira al cielo no ve dioses ni princesas ni dragones ni sueños, sólo ve un vacío preñado de nubes y vientos en los que un buen volador de cometas sabrá jugar con la altitud y los cambios de dirección exactos para cortar las de los demás. «A veces tengo suerte y consigo derribar diez en un día. Otras no tengo tanta y me derriban a mí», dice con los ojos muy abiertos, redondos, como si llevara el susto dentro del cuerpo. Zabur tiene 11 años y la mirada cansada, triste, casi de anciano, porque a veces con sólo ver desgracias se envejece. Sus ojeras, dos bolsas que se pliegan, delatan una vida de escasez, que cuando lo esencial no llega, el paso del tiempo es otro, deja huellas y cicatrices.

Zabur va al colegio. Le gusta aprender dari, la lengua nacional emparentada con el farsi de Irán. En un mundo de analfabetos como Afganistán, saber leer y escribir representa un salto social, pasar de la miseria a la pobreza, que diría Marx, Groucho Marx. Le apasiona el colegio porque aprende más cosas: «Me gusta mucho el inglés y el santo Corán», asegura sin dejar escapar un sentimiento, un atisbo de sonrisa, escondido siempre detrás de su cometa azul llena de magulladuras. Cada herida, una tirita de celofán. «Esta cometa cuesta 15 afganis», dice. Con un dólar se podrían comprar tres y guardar algo para caramelos. Es el único que tiene y sabe que no está para sobrevivir a muchas más derrotas en el cielo de Kabul.

 Los talibán, que significa estudiantes de religión, la tomaron con las cometas. Las prohibieron al llegar al poder en 1996. Hacer volar una en el cielo era, al parecer, pecado, un desafío inadmisible a Dios, el único que puede ocupar el espacio celestial. También prohibieron la música, la televisión y el cine, incluso el cine sacro. Eran obligatorias las barbas en los hombres y el burka en las mujeres.

El periodista estadounidense David Rohde, que estuvo secuestrado siete meses y diez días por los talibán, cuenta en un libro recién publicado en Estados Unidos, que sus captores le pedían canciones pop occidentales y mientras que él tarareaba piezas demoníacas como She loves You de los Beatles, sus secuestradores hacían los coros. Quizá la distancia no sea tanta cuando se cae la máscara.

Cada cometa que vuela en Kabul, y son muchas estos días de finales de otoño en los que el invierno asoma en forma de nieves en las montañas, es un desafío, un grito de libertad. Los miles de niños Zabur que corren y gritan por las calles de esta ciudad, por los cementerios y las terrazas, son antídotos vivientes contra la intransigencia de los adultos, contra la guerra. Cada uno convertido en un émulo del escritor Jaled Hossein.

 «Todo depende del nailon», explica Zabur. «Si es bueno y sabes hacer volar la cometa cortarás muchas de las que están cerca de ti. Si el nailon no es bueno sólo conseguirás golpear a la otra cometa, nunca derribarla». Uno bueno cuesta más que una cometa. Dependiendo del gusto y las manías del volador de cometas son necesarios mil o dos mil metros. «Cuando corto una, el otro niño no se enfada. No dice nada. Sólo recoge la suya y se va a casa. Cuando me cortan a mi tampoco me enfado. Sólo recojo mi cometa y voy a casa a pegarle celo en los rotos. Sólo juego los viernes que hay viento. En los demás días voy al colegio».

El niño Zabur tarda en coger confianza en la conversación. Al principio se protegía con la cometa como si ésta fuese un escudo. Ahora, al final de la charla, como si ya no temiera una pregunta difícil, sonríe tímidamente. Sus ojos redondos con el susto dentro están colorados y lagrimean por el polvo. «No me pasa nada. Los tengo así de mirar tanto al cielo. Hoy he jugado tres horas seguidas». Cuando el extranjero se va, Zabur mira en su mano el valor de tres cometas nuevas, o una sola con el mejor nailon que se pueda comparar en todo Kabul. Esta vez Zabur parece muy feliz.

Tomado de «CUADERNOS DE KABUL» .

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